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Quiso el azar, o como se le denomine, que tuviéramos a Enrique Vila-Matas en Lima el mismo día que la selección española de fútbol selló su pase a la final de Sudáfrica 2010 dejando en el camino a un desdibujado equipo teutón, y lo hizo jugando bien, cosa que le valió el rótulo de favorita para su choque con Holanda. El resultado de ayer, domingo, es de sobra conocido, así que enhorabuena para todos los españoles por este merecido título. (Hace poco el balompié peruano ha sido puesto en las manos de un “mago” de nacionalidad uruguaya, quien tendrá la titánica tarea de clasificarnos al mundial a realizarse dentro de cuatro larguísimos años en el vecino país del Brasil, cita a la que no vamos desde la lejana España 1982, cuando yo seguía siendo un niño pero con algunos años menos.)

En entradas anteriores, y una especialmente que titulé “Lectores sui géneris”, más o menos he ido esbozando la clase de lector que creo ser en relación con la figura del escritor-autor-creador de los libros que me han llevado a conocerlos personalmente en diversos actos culturales (conferencias, charlas, conversatorios, firma de libros, etc.), para salir de allí con el creciente convencimiento de que sí, aquella estirpe de seres humanos que suele denominarse escritores existe, salvo que todo se trate de una cruel estafa y todos los libros del mundo, incluidos los de auto ayuda, sean producto de una única mente robótica al servicio de algún desalmado dispuesto a llenarse los bolsillos, y en ese sentido, el señor Vila-Matas sería un  mercenario y vil impostor.

Cuando a fines de mayo se filtró la noticia de que el autor de Exploradores del abismo (2007) iba a pisar suelo limeño la primera semana de julio (el mes patrio por antonomasia, aunque también el mes de la FIL y de los cuchumil circos -el Cirque du Soleil recién se presentará en septiembre- y de gente menuda tomando las calles), yo literalmente salté en un pie. Previsiblemente, la euforia inicial dio paso a mi característico escepticismo por la imprecisa y lejana fecha, y además porque no se sabía dónde se iba a llevar a cabo tamaño acontecimiento; ni la página web del escritor catalán ni la del Grupo Planeta despejaban las brumas que se cernían sobre mi mente (unos y otro sitios se tomaron su tiempo), y por si fuera poco, Dublinesca (Seix Barral, 2010) aún  no llegaba a librerías, situación que se regularizó casi al mismo tiempo en que se confirmó la fecha y el lugar donde se iba a llevar a cabo la conferencia “La teoría de Lyon”. Y ese día llegó.

Como el Centro Cultural de España está relativamente cerca de mi casa (foto de al lado tomada de aquí), y no tuve apuros horarios, decidí hacer el recorrido a pie, mientras me imaginaba lo reducido que podría llegar a ser el recinto si la concurrencia superaba las expectativas de los promotores y se asemejaba más a los vaticinios de los más entusiastas bloggers y sus comentaristas, quienes recomendaban asistir con 2 horas de anticipación para encontrar sitio. Llegué minutos antes de las 6pm y nada presagiaba que allí se iba a presentar Vila-Matas. Ni rastro de lo que minutos después se iba a formar a mis espaldas: una respetable cola (no digo respetada porque los zampones abundaron). Hasta que a los que pululábamos por los alrededores del recinto y nos cruzábamos y descruzábamos sin nada que leer -salvo hojear por enésima vez el programa cultural del mes de julio-, ni hacer mas que pensar -en mi caso- si aquella pantalla ubicada en los exteriores iba a ser en beneficio de una multitud -hasta ese momento inimaginable- de espectadores sin lugar en el interior, o era que a todos nos iban a mantener congelándonos afuera por algún inexplicable motivo; decía que hasta que alguien revestido de cierta autoridad nos dijo que "esta es la cola para acceder al auditorio" y me comunicó con otras palabras que yo era el tercero de la fila, yo no había abierto la boca para nada y aún no era muy consciente de lo que ocurría a mi alrededor, bien agarradito que estaba de dos de mis libros vilamatianos que llevé para la ocasión.

Poco a poco vi que alguien “paseaba” Hijos sin hijos (1993), otra persona leía Suicidios ejemplares (1991) y doblaba las hojas a falta de separadores (mínimo hubiera necesitado una docena). Otro desconocido releía con cierto apremio indistintas páginas de Dublinesca. Durante esos largos minutos de espera fui inquirido por mis vecinos de la cola sobre mi parecer de la novela; si sabía si la iban a vender ahí, cuánto costaba. Si conocía al presentador, si vi el partido... Si ya me había dado cuenta que el primero de la fila era Enrique Prochazka. Si había leído Casa (2004), de Prochazka, y también si había leído los libros de Fernando Ampuero, a quien vimos pasar como si en una pasarela se encontrase, etc. Cuando no estaba abriendo la boca para responder semejantes interrogantes, o para “contraatacar” (la verdad es que hubo momento en que me puse a pensar si no estaría siendo filmado y sometido a alguna innovadora cámara indiscreta que tenía como víctimas a inofensivos lectores), mi mente se disparaba hacia aquel día -hace aproximadamente 3 años- que tuve en mis manos mi primer ejemplar del catalán, y uno de mis títulos predilectos: Bartleby y compañía (2001), libro epifánico que releí, ya que meses antes había caído en mis manos el e-book (a veces me siento un blogger Bartleby, alguien que preferiría no postearlo, en fin, sigamos). Como lector tardío que soy de muchos escritores valiosos, y porque estamos en el Perú, hasta ahora sólo he podido agenciarme de 10 libros, pero no pierdo las esperanzas en que podré hacerme de más. Yo que pensaba en todo esto y Vila-Matas hacía su ingreso en compañía de Paula de Parma (su compañera y a quien le dedica sus libros) con una hora de anticipación.

Los que llenamos el auditorio del Centro Cultural de España el pasado miércoles y esperábamos la conferencia anunciada en el programa recibimos a cambio toda la buena disposición y amabilidad de Enrique, ante mi miedo inicial de que se hartara  antes de tiempo  y lo expresara de alguna manera, de responder preguntas tan manidas -en apariencia- como ¿en qué momento se dio cuenta que quería ser escritor?, ¿cuál es su método de trabajo?, ¿pasó por algún período de crisis con alguno de sus libros?, ¿qué recuerdos tiene de Roberto Bolaño, Paul Auster, Sergio Pitol?, etc. Con un coloquial “No vamos a tener una conferencia sino vamos a conocer un poco más a Enrique y a hablar de su obra”, un comprensiblemente nervioso Gabriel Ruiz Ortega dejó claro el derrotero que la “charla” iba a tomar para deleite de la concurrencia (aquí pueden apreciar casi la totalidad de la conversa y aquí la crónica del amigo Pollo). El hielo se rompió cuando salió a relucir el hinchaje de Enrique por el Barça, a propósito del mundial, más que justificado porque el fútbol pertenece a los insondables dominios de la ficción, y, como ya es conocido gracias a sus libros y entrevistas, los límites entre ficción y realidad se diluyeron una vez más con cada anécdota que reelaboró y desgranó tan ilustre visita, acompañado de su contagiante sentido del humor.

Al final se armó el despelote. No ha quedado material fotográfico del bolondrón que se armó durante la firma y venta de ejemplares (de un vídeo se ha capturado algunas imágenes en blanco y negro, cortesía de T), ambas cosas se dieron en la misma mesa en un reducido espacio, de manera que al lado del escritor podía apreciarse a una dama verificando la autenticidad de un billete de 100 soles. No hubo un orden preestablecido -todo fue sobre la marcha- que “sosegara” el rostro de Vila-Matas y escuchara nítidamente a quienes se acercaban a solicitarle la firma de su ejemplar respectivo, así que en la mayoría de casos fue muy expeditivo con sus lectores. A mí me preguntó como 3 veces por mi nombre por la bulla reinante. Pero bueno, lo mejor que es que viví para contarlo y para seguir leyéndolo y recomendándolo, señor Vila-Matas.

 









Tres días después, volvía a estar ya en París. Y al poco rato de haber vuelto a la buhardilla de la rue Saint-Benoit tomaba un metro que, si la memoria no me engaña, me dejó muy cerca de la place Flaguiere, donde tardé bastante -me puse muy nervioso- en encontrar el inmueble en que vivía Ribeyro. Tardé, pero finalmente lo hallé y entonces recuerdo que subí por una empinada escalera con la satisfacción íntima e inmensa del que se dispone a cumplir la misión que le han encomendado. Hoy me digo que es probable que las galeradas que yo llevaba fueran las de Prosas apátridas, artefacto literario que con el tiempo se convertiría en uno de mis libros favoritos. Recuerdo que aquel encargo me había dejado contento, pues sentía que por fin había recaído sobre mí la responsabilidad de algo y hasta le había encontrado por fin un respetable sentido a mi decisión de trasladarme a vivir a París.

Regresé a esa ciudad un 9 de diciembre de 1975, y ese mismo día, tras dejar la maleta en la buhardilla, cumplí inmediatamente el encargo de Beatriz. Subí por una empinada escalera, llamé al timbre y Ribeyro, que estaba jugando con su hijo en el recibidor de la casa, abrió aquella puerta en el acto. Yo era muy tímido. Pero, por lo visto, Ribeyro también. "Le traigo esto", dije. Luego he sabido por su diario personal que para él existía un paralelismo entre la actividad de su hijo y la suya, entre el juego y la escritura; "El estado de ánimo que le conduce a sus juguetes es similar al que me sienta frente a mi máquina: insatisfacción, aburrimiento, deseo de ceder la palabra al otro o los otros que hay en nosotros mismos..."

Ribeyro cogió las galeradas y me observó en silencio. Era alto y enjuto, me pareció que de ambigua fragilidad. "De parte de Beatriz", añadí bastante nervioso. En los segundos que siguieron estuve esperando a que él dijera algo. Cuando me pareció que iba a decirlo, huí de allí, y lo hice a causa del pánico que mi timidez y la suya habían provocado en mí. Bajé a gran velocidad los peldaños y cuando me hallaba ya en la primera planta y sentía que iba a alcanzar pronto el aire fresco y liberador de la calle, oí de repente la voz del escritor llegando, amortiguada por la risa feliz de su hijo, desde lo alto del hueco de la lúgubre escalera.

"Sosiéguese", oí que me decía.

Es paradójico, pero ha pasado el tiempo y ese tímido, fugaz y frío encuentro lo recuerdo muy cálido. Ignoro de dónde viene ese calor que llega de tan lejos y llega tanto tiempo después.

Enrique Vila-Matas, París no se acaba nunca, Anagrama, 2003

21 comentarios:

Isi dijo...

Ohhh la tan ansiada crónica!!

Menos mal que fuiste con tiempoooo ¡¡el tercero de la cola!! Eres su fan número 3, jajajjjaja.

¿Te firmó los dos libros que llevabas? Uno sería para Aryel, ¿verdad? ;) Y el escándalo de la firma, ¿a qué se debía?

R. dijo...

Isi: Sin duda es un para mí honroso tercer lugar, al menos estoy en el podio. ;)
Sí, "nos" firmó los dos libros. Claramente se nota la diferencia.
A ver si no me vence el sueño antes de subir la foto con las firmas escuetas.
El bolondrón se armó por la mala organización al final del evento.
Continúo editando...

Teresa dijo...

Me ha encantado tu crónica, minuciosa, llena de detalles que me transporta a ese edificio de la Casa de la Cultura Española.
Tengo ganas de leer el de París... y seguir con Dublineses, este verano será.
Gracias por tu crónica.
Un saludo y buen verano
Teresa

Anónimo dijo...

¡Me ha gustado mucho tu crónica! :)

Anda que si llega a ser esa máquina cruel... jajaja.

No puedo evitarlo: ¡España campeona!

RebecaTz dijo...

Excelente crónica, R., me emociona pensar que ya tengo en casa -al menos- Bartleby y compañía, París no se acaba nunca y Lejos de Veracruz. Este verano caerá al menos uno...
¡Un saludo!!

R. dijo...

Teresa: Ya me daré un tiempo para contarles algo sobre mi experiencia leyendo los libros de Vila-Matas, especialmente Dublinesca.
Espero que cuando te toque descubrir a este escritor, sus libros sean de tu agrado.
Y bueno, que disfrutes tu verano. Yo me conformo con que este invierno no sea tan crudo como lo vaticinan. ;)

Lahierbaroja: Gracias, gracias. Prometo figuretear menos la próxima y escribir sobre mis lecturas.
Sí, justos campeones. Aplausos!

Andrómeda: A ver si en la FIL consigo Lejos de Veracruz. Los otros dos que mencionas son estupendos: los escritores que un día dejaron de escribir y su deseo de hacerse escritor y "estudiar para Hemingway". :)

Saludines a las tres.
Se me cuidan,
R.

Homo libris dijo...

R., llega una crónica detallada y de lo más interesante, a la par que esperada, jejeje. Huy, huy, huy... ¿el tercero? Hum... ¡te hacía más el segundo, si no el primero! Eso es que hicieron trampa, seguro, jejeje.

Me alegra que pudieses asistir y lo pasaras en grande, además de volver con tu par de libros firmados.

Respecto al fútbol, aunque bien sabéis que no es precisamente una debilidad mía, lo cierto es que guardo un buen recuerdo de Naranjito y el España '82 (un servidor era también un niño con menos años, como bien te has descrito, jeje), y al menos en esta edición se ha hecho algo de "justicia" con Holanda.

Un abrazo grande.

Anónimo dijo...

Enhorabuena por haber podido ver/escuchar/firmarteunejemplar a V.M. Compartimos el mismo gusto: Mi VM favorito con diferencia sigue siendo Bartleby.

R. dijo...

Homo libris: Sí, nos la pasamos súper. Cuentan que aproximadamente un centenar de personas no llegó a ingresar al auditorio, pero sí lo vio y escuchó desde la pantalla instalada en los exteriores.
Bastante discutible la manera poco ortodoxa de jugar al fútbol del equipo tulipán en la final (eso parecía vale todo).
¡Cómo olvidar a Naranjito, Clementina, Citronio e Imarchi! Acá pasaron "Fútbol en acción", los dibujos animados, en horario nocturno (creo que al final me quedaba dormido). También recuerdo haber coleccionado mi primer álbum de los mundiales. :)

Oesido: ¡Gracias! Ahora que voy a disponer de un poco más de tiempo libre les contaré algo sobre Dublinesca.
En la charla V-M habló de Bartleby y compañía como su libro más conocido y que recién tuvo conciencia de la importancia, profundidad del tema una vez publicado. Como que no supo aprovechar el tema, pero qué mejor excusa para seguir escribiendo.
Recuerdo que en más de una ocasión ha contado en entrevistas las innumerables cartas que recibía de lectores que se consideraban bartlebys, junto con una lista de autores bartlebys de diversas partes del mundo, como Corea del Sur.

Un abrazo a los dos,
R.

Pollo dijo...

Al final ¿habrá llegado Vila Matas a conocer Chacarilla, Magdalena y la Librería El Virrey? Le hubiera preguntado eso. Me he dado cuenta que también salgo en uno de los vídeos, jajaa, que roche!

Eva dijo...

De lo que no queda ningún tipo de duda es que te lo tomaste con calma porque madre mía la espera... Me alegro de que lo consiguieras y de que disfrutaras.

lammermoor dijo...

R, me ha encantado tu crónica. Aunque con Vila-Matas no he tenido un buen comienzo. Tendré que darle una segunda oportunidad y por aquello de que acabo de leer Bartleby, el escribiente creo que voy a decidirme por Bartleby y cia.
¡Ya te contaré!

R. dijo...

Pollo: Bueno, yo también tenía alguna que otra pregunta por hacerle, pero se me borró el disco duro.
No te puedes quejar, para la posteridad sales incluso en una foto con V-M, je.

Eva: Creo que tengo el defecto de ser muy paciente con los extraños y en extrañas circunstancias, pero a mis amigos y conocidos nos les perdono una, jo.

Lammermoor: Me da curiosidad saber cuál fue ese primer libro de Vila-Matas con el que no tuviste un buen comienzo. Ya nos contarás tu experiencia con Bartleby y compañía.

Saludines a los tres,
R.

mario skan dijo...

Estoy esperando las obras de Vila-Matas en su nueva casa, a lo mejor cuestan menos, de igual manera lo tengo en archivos .rar pero, ya sabes, no es lo mismo.
A Dublinescas lo relegué por El arco iris de gravedad, igual, todo tiene su tiempo.

saludos y muy bueno haber presenciado a un grande como el escritor del barça

Enrique Prochazka dijo...

Pollo: no pudimos ir a Magdalena ni caminar hasta Chacarilla (le advertí que eran como doce kilómetros. Pero sí le alcanzó el tiempo para conocer El Virrey y La Casa Verde.

R. dijo...

Mario: Para que tengas una idea de la diferencia de precios (en Nuevos Soles) acá en Lima:
Dietario voluble: 107
Dublinesca: 69
$1 = 2.8 Nuevos Soles
A Pynchon aún no lo descubro.

E. Prochazka: El amigo Pollo debe estar satisfecho con su respuesta.

Saludos,
R.

Pollo dijo...

Mira tú, Enrique, le quitaste parte de la duda a VM. Qué tal caminada hubiera sido. Y qué bien que se hayan conocido ambos personalmente.

Saludos Enrique y R.!

Anónimo dijo...

R.
¡excelente crónica! ¿Aryel era el segundo o el cuarto en la fila? ;) y me ha quedado una duda ¿cuál es el signo zodiacal de Vila-Matas????
Cómo estaré de atarantada que cuando leí "Foto tomada de aquí" creí que sería una foto del lugar desde donde fotografiabas a el Centro Cultural España (como ponías que estaba cerca de tu casa, pensé que sería la foto de un balcón cercano)
en fin, que ya desvarío (son las 3:12 am) y mejor me voy a dormir.
Un beso,
Ale.

R. dijo...

Saludos, Pollo.

Ale: Vila-Matas es del mismo signo que Vargas Llosa, y nació el mismo día que Al Gore: 31 de marzo. ¿Aries? Lo que no respondió fue por su ascendente... Plop!
Bueno, el cce está relativamente cerca de mi casa: unos 10 minutos de caminata no le hacen mal a nadie. ;)
Ayer me compré otro libro del catalán. Ya les contaré.

Un abrazo,
R.

loquemeahorro dijo...

¡A ver quién no se hace lector de Vila Matas después de esta crónica!

¿Por cuál me recomiendas empezar?

R. dijo...

Loquemeahorro: Siempre recomiendo empezar a leer a Vila-Matas por Bartleby y compañía (Anagrama, 2000), de alguna manera te muestra las claves mínimas, condensadas, de sus libros posteriores.
Espero que cuando te animes a leerlo no te defraude.