Mi día se inició, don Mario, con la triste noticia de su partida. Pensar que hace poco recalé en el blog de una compatriota radicada en Chicago que evocaba ese cuento enternecedor que se titula La noche de los feos, y que fuera mi primer acercamiento, tardío, a su obra. ¡Qué vergüenza, don Mario! En aquella época el que menos había leído algunos de sus poemas; los más informados, sus cuentos y novelas; los más avezados, sus ensayos. Los más desquiciantes no dudaban de motejarlo de cursi y sensiblero. Entonces, con las credenciales que me manejaba, ¿qué esperaba para seguir leyéndolo? No mucho (tenía la justificación de mis adolescentísticos y tardíos 18 años).
Lo seguiría leyendo (hasta sentirme en deuda) en los libros tomados de la biblioteca universitaria. Transcribiría sus poemas con apresurada caligrafía. Sus poemas decían todo aquello que no me atrevía a decir o lo decía siempre mal; pero al final creo que me hacía entender. Sus versos reconfortaban y lo llenaban a uno de esperanza. Parecía Ud. un sabio en amores y desamores, alguien que había pasado por todos los estadios de la pasión y que por tanto era mi contemporáneo y describía tal cual mis sensaciones y percepciones. A la par de todo ello, me enteré de su vida, sus avatares, luchas y exilios.
Más tarde los vaivenes que me habitaban optaron por estabilizarse y creí no necesitarlo (osé ponerlo entre paréntesis), pero jamás prescindiría de su recuerdo. Mientras Ud. continuaba con su prolífica obra, yo de tanto en tanto lo sacaría como un as bajo la manga: regalarle uno de sus libros a una chica, era infalible. No tenía pierde. Así que mi deuda seguiría aumentando.
El año pasado compré sus cuentos reunidos (1947 - 1994) por la editorial Seix Barral, con prólogo de José Emilio Pacheco (obviamente releí La noche de los feos y otros más que los tenía en un par de antologías). También leí La borra de café y El porvenir de mi pasado. Sigo buscando su novela Gracias por el fuego que me prestaron alguna vez. Seguiré buscándolo con mis achacosos 31 y siguientes, a Ud. que se fue a sus juveniles 88 para seguir prosando, versando, haciéndose querer por la eternidad.
Nos seguimos leyendo, don Mario,
R.
P.D. Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti Farugia: qué hermoso nombre para un gato. Para un gato angora.
P.D. 2 Unánse a la Cadena de poesía por Benedetti. P.D. 3
Chau número tres
Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres.
Sembrando tu confianza
te dejo junto al mundo
derrotando imposibles
segura sin seguro.
Te dejo frente al mar
descifrándote sola
sin mi pregunta a ciegas
sin mi respuesta rota.
Te dejo sin mis dudas
pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía.
Pero tampoco creas
a pie juntillas todo
no creas nunca creas
este falso abandono.
Estaré donde menos
lo esperes
por ejemplo
en un árbol añoso
de oscuros cabeceos.
Estaré en un lejano
horizonte sin horas
en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra.
Estaré repartido
en cuatro o cinco pibes
de esos que vos mirás
y enseguida te siguen.
Y ojalá pueda estar
de tu sueño en la red
esperando tus ojos
y mirándote.