Diversas son las motivaciones que nos llevan a albergar la ilusión de querer leer en su integridad la obras de nuestros escritores favoritos. Ilusión que puede verse amenazada por la posible merma en la calidad de lo leído a futuro, los amenazadores factores tiempo y dinero, y el frustrante rótulo “stock agotado”.

Hay quienes rayan en el fanatismo y son incapaces de establecer jerarquías de lo leído. Para estos seres, su autor favorito adquiere trazas de dios; sus libros, una Biblia por entregas; sus mentiras, la suma de todas las verdades. Otros agradecen el bloqueo creativo de quienes los acercaron a la literatura para no competir con sus creaciones reverenciadas. Pocos (espero no ser el único) se preguntan y preguntan por qué siguen adquiriendo y leyendo los cuentos y novelas de un escritor cuya producción en los últimos tiempos se desbarranca. No todas mis respuestas se aferran al milagro que ansío pueda producirse con la próxima publicación; pero casi todas tienen que ver con aquellos libros epifánicos que coadyuvaron a cimentar mi amor por la literatura.

Generalmente, la conexión con un determinado escritor suele darse instantes después de haberlo leído por primera vez; aquel primer libro convoca un segundo libro y éste uno tercero y quién sabe cuántos más le sucederán. Pero no todo puede explicarse (cosa que más bien ahorraría explicaciones) como un amor a primera vista. Definitivamente, los libros (y por añadidura quienes los escribieron) llegan a calar en la mente del lector en un justo momento y no en otro. Por eso será que dicen que es más sano defender libros (títulos), antes que autores; quienes, erigidos como figuras públicas en líderes de opinión, generan una serie de anticuerpos a la hora de pontificar sobre lo divino y lo humano, sobre esto y aquello, cuando apenas son soportables cuando chacharean sobre su oficio, transparentando un ego descomunal que suele hacernos dudar sin en verdad es este el señor o esta la señora que escribió aquella hermosa novela, aquel inolvidable cuento.

Seguirle el rastro a nuestro autor predilecto puede resultar desquiciante. Hay una suerte de malsano alivio cuando éste muere: no te vas a ver obligado a ver su declive, a seguir leyéndolo pese a ello; en contrapartida, vas a tener que padecer a sus viudas (su entorno más cercano autoadjudicado de todos los derechos) y una que otra publicación póstuma meramente mercantilista. Y sin embargo, te ves creyendo en la resurrección y en la inmortalidad de unos pocos por intermedio de aquella romería vital que es la relectura.

Suele suceder que el primer libro de un escritor x es tan deslumbrante (esas raras ocasiones en que la crítica especializada y los lectores comunes se ponen de acuerdo), que hay una apuesta ciega por el próximo título y un lugar vacante en nuestro top de tops de autores. Recuerdo que después de haber leído El anatomista de Federico Andahazi (en una modesta y colorida edición), me dije que a este tipo lo tengo que seguir leyendo sí o sí. De esto, ya hace 8 años. Quizá una relectura de las cuitas amorosas de ese descubridor del Amor veneris que fue Mateo Colón, ponga en su sitio tanto al libro como su autor, pero hasta este año, he husmeado entre libros por si me encontraba con algún libro del argentino que me transmitiera algún eco de esa lectura primera con resultados poco alentadores (las odiosas comparaciones).

Numéricamente, sin ningún juicio de valor de por medio, no será lo mismo haber leído la integridad de la obra de Rulfo que pretender leer la de Victor Hugo. En La tentación de lo imposible, Vargas Llosa nos dice que un lector dedicado exclusivamente a leer las obras completas de Victor Hugo, tardaría no menos de diez años en llevar a cabo semejante empresa; tarea titánica que incluiría los millares de cartas, apuntes, papeles y borradores todavía inéditos que pululan por las bibliotecas públicas y privadas y los anticuarios. A manera de confesión, debo decir que Vargas Llosa es el autor de quien tengo más libros leídos -por obligación y/o placer- en mi biblioteca (veintisiete en total de mi propiedad y otros tres sacados para leerlos de la biblioteca de la universidad) y espero cada año con ansias una nueva publicación. Se podría decir que cuando desperté, había un libro de Vargas Llosa allí, y pese a los altibajos, yo sigo guardándole un lugar en mi estantería.

Descartando sagas, piensa por unos segundos, amable lector, en el nombre del autor del cual hayas leído más títulos y de quien tengas más libros en tu biblioteca (necesariamente no es lo mismo tenerlos físicamente que haberlos leído por cualquier medio). La primera vez que rompí un tonto prejuicio contra los e-books, fue gracias a la escasez de títulos en el medio librero limeño de un autor con el que me había enganchado en una, además de los precios aún prohibitivos para mí en esa época de los disponibles. Su nombre: Roberto Bolaño.

Se podría decir que soy un lector tardío de los libros de varios autores (en mi lista de pendientes existen nombres de los llamados imprescindibles inleídos). Como que he llegado tarde a la fiesta en algunos casos. A principios del 2005 compré mi primer libro de Bolaño. Se trató de sus relatos reunidos bajo el título de Putas asesinas. Me dolió en el bolsillo, pero los efectos fueron atenuándose con cada cuento leído hasta desaparecer por completo semejante golpe pecuniario. Como efecto secundario, la prosa de Bolaño invitaba a seguir leyéndolo. Me tomé mi tiempo. El libro que el boca a oreja y la crítica elogiaban, me era inubicable.

Preguntaba en diversas librerías por Los detectives salvajes y nadie me daba razón. Me soltaban otros títulos, me los pasaban, y yo me desanimaba por las pocas hojas que tenían. Una de las razones por las que había escogido Putas asesinas fue por su nada despreciable número de páginas; de la inmersión, de todas maneras debería salir con alguna buena pesca, me decía (la pesca sería fabulosa). No fue hasta fines de ese año que repusieron en librerías la novela que ansiaba leer. Al final de la lectura de Los detectives salvajes, Bolaño ya era uno de mis escritores favoritos.

A principios del 2006 me haría de más títulos, y la lectura uno detrás de otro de Estrella distante, Nocturno de Chile, Amuleto, Amberes, Monsieur Pain y El gaucho insufrible. Lamentablemente me eran esquivos sus relatos de Llamadas telefónicas. Alternaba mis lecturas con la información recabada sobre Bolaño en Internet. Apenas me sentí preparado, accedí a la mejor oferta que pude encontrar de la monumental 2666. Después de leer esta meganovela, se me hacía más apremiante seguir leyéndolo, cosa que sólo pude hacerlo descargando los e-books respectivos: las inhallables Llamadas telefónicas, La pista de hielo y Tres; las carísimas La literatura nazi en América y Una novelita lumpen. En mis pesquisas internáuticas, no pude encontrar la versión completa de Entre paréntesis, libro póstumo de Bolaño que hallé a un precio asequible en la FIL de ese año. La otra noticia halagüeña que trajo la FIL del 2006, fue la visita de Jorge Herralde (como se sabe, el men de Anagrama) quien, entre otras actividades, presentó su libro Para Roberto Bolaño que, luego de mi cándido pedido de que repongan Llamadas telefónicas, el español pasó a firmar mi ejemplar (lo que hubiera dado por que Bolaño lo hiciese en alguno de mis libros).

El año pasado no sólo repusieron Llamadas telefónicas y encontré La pista de hielo a un precio cómodo (ambas releídas), sino también aparecieron un par de publicaciones póstumas: El secreto del mal y La universidad desconocida, que, sólo para iniciados, decidí adquirirlos. Este año, como ya conté, pude hacerme de La literatura nazi en América, y como me ha sucedido con cada relectura en semejantes condiciones, me ha gustado más que cuando la leí en formato electrónico (previa impresión).

Este fin de semana visitaré la feria del libro de Ricardo Palma (va hasta el martes 16). Mi exigua lista de compras incluye cuatro títulos. Uno de ellos es la última novela de Paul Auster, Un hombre en la oscuridad (hace un par de semanas ya está a la venta. No recuerdo dónde leí que debe evitarse leer la contratapa). De golpe y porrazo decidí leer este año al norteamericano. Anecdóticamente, uno de sus libros más mentado no terminó por convencerme (El Palacio de la luna) y el último de ellos, Viajes por scriptorium (hoy en día el penúltimo), me pareció totalmente prescindible y producto más de una veleidad de escritor consagrado (es imposible leerlo sin antes no haberse empapado de sus narraciones anteriores, por esa suerte de convocatoria que hace de sus personajes de otros libros). Con todo, el saldo es ampliamente a favor y ya me veo ojeando en el stand de Océano, previa visita a mis caseritos de Quilca que se aposentan en todas las miniferias.

La vargasllositis la heredé. La austeritis no me suelta. La bolañitis se contagia. La literatura se disfruta, se comparte. Nadie debe leer por obligación. Mi caso tal vez sea especial: Soy alguien a quien suele obligarlo a leer las circunstancias bondadosas del azar, en perenne confrontación con su cuestionado gusto personal y obsesiones más pedestres.


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A la fecha -marzo de 2010- cuento con 16 libros (foto de mis ejemplares actualizada) de Roberto Bolaño. Aún no llega El Tercer Reich a librerías limeñas. La impaciencia me devora.

8 comentarios:

Jimmy dijo...

Bolaño debe ser una de mis más grandes deudas literarias. No me han hablado mucho de él (lo cual puede resultar muy bueno) pero lo poco que me han dicho nunca ha bajado de bueno. Espero saldar esa deuda el 2009, puede resultar una buena manera de iniciar el año literario.

Sebastián dijo...

muy bonito el blog, además el amor por la literatura se te sale en cada coma... jaja... bueno saludos.

pd.- tienes 27 libros de Vargas Llosa? ja. la feria de la ricardo palma no está mal. y eso q voy a voler.

mario skan dijo...

2666 me está tentando, cada vez que voy a la librería lo tomo, lo sopeso y lo vuelvo a dejar sobre el estante, digo: no es tiempo aún.

Yo también siento que llego tarde a algunos libros que debería estar en la cresta de la ola, lo mismo me pasa con las películas y los discos pero es un sentimiento que voy dejando, siempre se encuentra una veta diferente a la promocionada y ese es el reconocimiento a no haberme apurado a comprar, por ejemplo, ahora no pienso ir por el último a Auster, se me pegan las historias, siempre anda alguien enfermo por ahí, debo darle un respiro.

EL primer libro de Vargas Llosa que intenté leer todavía no lo leí y tal vez se trate de su mejor obra, ese libro es La guerra del fin del mundo, yace expectante en uno de los anaqueles de mi biblioteca. Me gustó mucho La casa verde, para mi es un texto de experimentación, con la prosa muy trabajada, ni hablar de La tía Julia..., Pantaleón y ...., La fiesta del chivo y Las aventuras de la niña mala me parecieron escritas para el entretenimiento, y está mal? no sé pero se nota la diferencia con sus textos anterior.

Muy bueno tu post, saludos

Bárbara dijo...

Ahhhh...Bolaño, el vicio; si no me equivoco lo primero que leí de él fue los detectives, amor incondicional de allí en más, este año estuve a punto de comprar la literatura nazi pero es un disparate el precio, no sé qué voy a hacer, hace años que lo quiero, es terrible. También lo tengo digitalizado pero es un lio, no me puedo llevar el monitor a la cama!
No me gusta leer de la pc, mala suerte.
Después leí 2666 y fui metiendo cuentos entre sus novelas y entre las de otros; en Argentina no se consigue Una novelita lumpen.

Ahora estoy con Walser y también, vuelta a empezar, empecé con un libro, un poco porque me tentó leer que fue uno de los escritores predilectos de Saer, después me enteré que de Kafka y así fue, y siguió otro y otro y otro... Ahora estoy empezando a enamorarme de Lispector.
saludos!

Leox dijo...

Yo soy un lector adelantado de Bolaño lo que genera que sea un lector tardio de varios.
Ser un lector adelantado de Bolaño , da ciertos placeres eso si.
Saludos

Sandra Strikovsky (Strika) dijo...

Es curioso, de Bolaño sólo he leído Los detectives salvajes y, aún así, lo considero un gran escritor. No te imaginas la emoción que me dio cuando apareció como personaje en Los soldados de Salamina de Javier Cercas.
En todo caso, creo que ya lo he dicho en más de un blog: Los detectives es sin duda uno de mis libros favoritos. Es un libro de culto.
Saludos

loquemeahorro dijo...

He comentado Los Detectives en Bibliolandia esperando que me comentáramos el libro, pero no hay manera.

Menos mal que he visto esta entrada y ya se me ha pasado un poco el mono.

Yo he decidido no "quemarlo" y de hecho he esperado tiempo a comentar el libro en el club. No sé, necesitaba "asentar" todo lo que había leído.

R. dijo...

Loque: Por la noche comento en Bibliolandia. Algo tengo que decir sobre la novela de Hosseini, y obviamente manifestar mi alegría por que tu primer libro de Bolaño fue de tu agrado, entre otras cosas.

Saludines,
R.

P.D. Vaya! Ahora tengo que re-actualizar la foto con mis libros del chileno: suman 17. ;)