Hace unos años, hojeando libros, me llamó la atención encontrar en la novela de Jaime Bayly, El huracán lleva tu nombre, los siguientes epígrafes:

El amor nunca trae nada bueno.
El amor siempre trae algo mejor.
Roberto Bolaño, Amuleto

Pensé que la fe era el primer requisito para amar.
Roberto Bolaño, Monsieur Pain

La vida no sólo es vulgar sino también inexplicable.
Roberto Bolaño, Llamadas telefónicas

El amor y la tos no se pueden ocultar.
Roberto Bolaño, Los detectives salvajes


No fue hasta leer en el libro póstumo de Roberto Bolaño, Entre paréntesis, el texto de presentación del libro Yo amo a mi mami, el cual se titula Notas acerca alrededor de Jaime Bayly, que la novelita de marras cobraría cierto interés para mí. Que el chileno se refiriera al peruano en elogiosos términos me resultaba anonadante.

Recién en mayo de este año pude acceder a una considerable oferta (a mitad de precio) de una edición económica de El huracán lleva tu nombre (publicada el 2004), y al fin pude saciar mi curiosidad lectora. Como casi todas las novelas de Bayly, ésta también se lee de un tirón, tiene un insoslayable peso autobiográfico y se alternan momentos tragicómicos con el dramón típico de un culebrón. ¿Qué puedo decir de la pertinencia o impertinencia de los epígrafes que jalonearon mi curiosidad? Tal vez el siguiente párrafo ayude en mucho:

La última vez que estuve con Bolaño fue en una cafetería de Barcelona. Me dijo que le había gustado Los amigos que perdí, aunque entendí que le había gustado menos que Yo amo a mi mami, novela que presentó en esa ciudad un año antes de ganar el Herralde con Los detectives salvajes. Me dijo: ten cuidado con los adjetivos. Tiempo después, Jordi Herralde me invitó a cenar en Barcelona. Comimos pescado. Al regreso, en su Volvo blanco antiguo, me dijo que Bolaño se inventaba enfermedades para no viajar a cumplir compromisos literarios por Europa y que así no podía seguir ayudándole a difundir su obra en otras lenguas. Me dijo: en vísperas de viajes ya pactados y anunciados, siempre se enferma, y nunca sé si es una enfermedad real o imaginaria. Por eso, cuando, no mucho después, me contaron en un restaurante de Santiago de Chile que Bolaño estaba enfermo, dije que seguramente era un truco para no viajar y quedarse tranquilo en Blanes. Al día siguiente supe que había muerto y me sentí un idiota.

La columna entera la pueden encontrar
aquí



Viernes 26: Como me debía mi regalo navideño (comprarme un libro visto y revisto en la pasada feria), después de dar cuenta de un almuerzo frugal me encamino a Quilca (suerte de bastión cultural y bohemio) para llevar a cabo tan noble empresa. Mis pasos me llevan al llamado Boulevard de la Cultura, lugar donde suelo comprar la gran mayoría de mis libros a los caseritos que están de feria casi todo el año. Todavía hay quienes dentro del recinto, que fuera una playa de estacionamiento, venden libros piratas, conjuntamente con libros de segunda mano y nuevos; también hay stands donde ofrecen disfraces –no sé llamarlo de otra manera- para chiquipunks y emos. Lamentablemente la oferta de títulos es limitada, y las visitas a librerías son ineludibles.

Mis caseritos son cuatro: 3 mujeres de distinta edad y un solícito muchachón. Llego y sólo veo los stands abiertos de dos de ellos. Me invade la desilusión al constatar la ausencia de la caserita que acude a todas las ferias promovidas por la CPL y que me iba a dejar el libro que quería a 47 soles, 13 menos que en librerías. Felizmente mi caserita más reciente (debe haberse instalado hace menos de dos años), y a quien le compré la mayoría de mis libros de Philip Roth en la editorial De Bolsillo, tiene un ejemplar del libro buscado; uno que me apresuré a tomar entre las manos y a consultar su precio. Cincuenta soles, me dice la casera, una señora joven de quien hasta ahora desconozco el nombre. Mascullo un agradecimiento al cielo (la flojera instalada me hubiera impedido acercarme a la librería más cercana), lo que la casera quizá interpreta como un pedido de rebaja adicional o simple roñería de mi parte, y me da una nueva cifra: 49 soles. Un sol es un sol. Más aún en verano y en tiempos de crisis. ¿Podía rehusarme?

Verse rodeado de libros, hace que uno estire el presupuesto. Charlamos un rato con la caserita sobre los libros que compré en la pasada feria. Le digo que debería pedir los últimos libros de Auster y Vila-Matas, así como los editados en Verticales de bolsillo de Caicedo. Como me debía una lectura ligera, pregunto por el precio de la última ¿novela? de Bayly, El canalla sentimental: 30 soles (sustancial rebaja de 15 soles). Le hago otra consulta, esta vez por Paseador de perros, novela corta de Sergio Galarza, escritor peruano afincado en España, autor de los libros de cuentos Matacabros y La soledad de los aviones, entre otros. Me dice que ya me lo trae del otro stand. Mientras, recuerdo cuando en compañía de K inquirí por esa nouvelle; cuando la publicaron me interesó leerla, pero jugaban en su contra el escaso número de páginas y mis lecturas poco afortunadas de autores nacionales, esto último quizá el mayor disuasivo. En todo caso, ya conocía el tono y los temas de Bayly (ya estaba advertido de lo que iba a encontrar leyéndolo), así que no habría lugar para reclamos, sólo dejarse llevar.

La caserita se aparece con el libro de Galarza y me lo alcanza. Le anuncio que me llevaré Poesía Completa (Pre-textos, 2008, en coedición con Ediciones El Virrey) de José Watanabe y el libro de Bayly. Además de sacar la cuenta, la caserita me dice que Paseador de perros me lo regala porque siempre le compro libros. No me esperaba tamaño gesto. Marketing, dirán algunos. Yo me deshago en agradecimientos. Prometo mentalmente dirigirme sin escalas a su stand apenas la caserita tenga el libro de Auster y comprárselo el próximo año. Le pido permiso para tomarle una foto a su stand y colocarlo en mi blog. Antes de irme, le reitero mi agradecimiento y le deseo un feliz año nuevo. Salgo con un separador promocional: en una de las caras, una cita libresca motivadora, en la otra el típico calendario 2009. Al salir, trato de evocar la imagen más antigua que tengo de la caserita, sin éxito. En cambio, se instala en mi memoria la estampa más tierna. La foto que tomé y repaso en el taxi me sirven de ayuda (traten de encontrar el objeto que no calza con el conjunto): Ella atendiendo en su puesto de venta y dos criaturas en edad preescolar, sin duda sus hijos, ojeando sendos libros de tapa dura con ilustraciones, sentadas sobre una improvisada alfombra, y los juguetes dejados de lado. Llego a casa adormecido. Me acuesto rodeado de mis 3 juguetes, digo libros nuevos. La siesta no me dura ni diez minutos, y ya estoy empezando a leer el libro que me regalaron.



Domingo 28, madrugada del lunes 29: Mañana no tengo que ir al trabajo. Estoy de vacaciones. Debería estar escribiendo algo para mi blog (algo sobre Mi cuerpo es una celda y/o Un lugar llamado Oreja de Perro), pero quiero terminar de leer mis libros pendientes. Estoy leyendo El canalla sentimental de Bayly, aunque debería decir releyendo los textos que reúne, ya que han sido previamente publicados en su columna de los lunes del diario Correo (el estilo Baylyciano es imitado sin ningún pudor por muchos bloggers). Ahora estoy (re)leyendo el final de un ¿capítulo? Dice: “…y que la tos, como el amor, es algo que no se puede ocultar”. Pienso y repienso: eso ya lo leí antes, no necesariamente en su columna Papeles perdidos. Segundos después... ¡Eureka! Hago una pausa y voy en busca de El huracán lleva tu nombre. Efectivamente, Bayly ha parafraseado uno de los epígrafes de Bolaño. Luego, llevado por algún instinto detectivesco, accedo a google y doy con el
texto original;">, el que termina así: "..y que la tos, como el amor, es algo que no se puede ocultar, según dejó escrito mi amigo Roberto Bolaño, que murió en un hospital".

Hago otra reconfortante pausa. Hablo largo y tendido con K por teléfono. Al cortar, pienso que tengo que escribir sobre estos hallazgos irrelevantes. Se me hace un sancochado en la cabeza. Reúno la pila de libros correspondiente a mis lecturas recientes y las que acometeré en las próximas horas. Durante el traslado, uno de mis papelitos cae al piso. Lo recojo: tiene las anotaciones que hice del libro de Galarza. Por el tipo de letra que empleé, una frase me espeta lo siguiente: Leer ciertas cosas es tener vocación de analfabeto… ¡Auch! De repente me da sueño. O es que me quiero amparar en el sueño ante la arremetida de esa frase. Leo otra más, que no es menos elocuente: Las cicatrices y los vicios siempre atraen los reflectores del morbo… Ahora puedo dormir tranquilo, me digo. Creo que he cosechado un par de epígrafes para uso personal. Quizá el último me sirva para escribir el texto que tenía debiéndome. Ojalá así sea.



Tengo una lista de escritores que optaron por el suicidio. El primer escritor suicida del que tuve conocimiento fue el peruano José María Arguedas, autor de la entrañable novela Los ríos profundos y de cuentos maravillosos que tienen al ande y sus gentes como protagonistas, algunos de los cuales leí en el colegio. Recuerdo que la escueta nota autobiográfica en el libro de texto escolar, no daba cuenta del suicidio del andahuaylino, un dato escamoteado sin razón aparente.

Suicidas fueron Hemingway, Primo Levi, Jack London, Horacio Quiroga, Salgari, Lugones, Reinaldo Arenas, Rodrigo Lira, Virgina Woolf, Alfonsina Storni, Alejandra Pizarnik, Kawabata, Mishima, Akutagawa, Pavese, Paul Celan, José Agustín Goytisolo, Sylvia Plath, María Emilia Cornejo. Suicida fue el colombiano Andrés Caicedo.

Hace algún tiempo, una amiga me preguntó si tenía el libro Suicidios ejemplares de Vila-Matas. Un fulano, a quien conocía, estaba interesado en leerlo, incluso tuvo el descaro de pedírselo de regalo. Lamentablemente no lo tenía, hubiera querido saciar la curiosidad de mi amiga para que le sacara cachita al fulano por haberlo leído antes que él, y bueno, si el tipo persistía en su intención de leerlo, pues que se lo comprase.

Consejos para escribir cuentos es un texto bastante conocido de Bolaño que circulaba en la red antes de volver a leerlo en Entre paréntesis. Bolaño dice que ya que tiene 44 años, se permite dar algunos consejos sobre el arte de escribir cuentos. En el punto 11 expresa lo siguiente: Libros y autores altamente recomendables: De lo sublime, del Seudo Longino; los sonetos del desdichado y valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River, de Edgar Lee Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas. La excusa para adquirir el libro de Vila-Matas ya estaba dada.

Recuerdo que fue mi amiga quien me dijo dónde podía encontrarlo. Fuimos a esa librería y ahí estaba, un único ejemplar refundido entre otros libros de mayor envergadura, que ella se había encargado de esconder de las miradas comunes y silvestres porque no constaba en el archivo. Yo sólo había leído del catalán La asesina ilustrada y Bartleby y compañía. Leí apuradamente Suicidios ejemplares. Quería que mi amiga lo leyera cuanto antes. Miento si digo que disfruté de su lectura. Poco o nada me quedó en la sesera; yo quería saber la opinión de mi amiga. Cuando me devolvió el libro vi la desilusión reflejada en su rostro. Arremetió contra el autor. Como nunca antes lo había leído, mas sí mentado, y a juzgar por el título sugerente, ella pensó hallarse ante poco menos un beatnik, un escritor maldito exponiendo si no sus vísceras, las de los demás (con nombre y apellido, mejor). Quizá esperaba mi amiga, especularía más tarde (más tarde quiere decir en este momento) verse ante un libro susurrado por el mismo dios de los suicidas. La decepción fue grande. Yo no podía decir nada a favor del libro.

Recién hoy, cuando ya he leído otros libros de Vila-Matas, y releído Suicidios ejemplares, podría intentar articular alguna defensa; verbalizar las razones por las que me atraen sus libros. Quizá, en cuanto vuelva a ver a esta amiga, tratando de reivindicarme, le diga que hubo un colombiano que escribió desgarradoras cartas, inteligentísimos apuntes cinéfilos, inventarió sus frustraciones y miserias, padeció el desamor, sufrió con cada uno de sus fallidos (2) intentos de suicidio. Que su nombre es Andrés Caicedo y murió a los veinticinco años (efectivas 60 pastillas de seconal) y que Alberto Fuguet, en base en su mayoría a material inédito, montó su autobiografía, le dio voz a esos aullidos, a ese inconformismo, a ese dolor de no saberse apto para sobrellevar una existencia anodina. Que Mi cuerpo es una celda es el nombre del libro. Que se lo presto. Que está esperando por ella. Que no se me muera sin antes haberlo leído.



Sentimientos encontrados me ha producido leer la última novela de Iván Thays, Un lugar llamado Oreja de Perro (una de las finalistas del Herralde 2008). El narrador-personaje es un periodista limeño que se ve arrastrado por razones laborales a un pueblo de la serranía para reportear la anunciada visita del presidente, pronto a dejar el mandato, en afanes populistas. Tiene como compañeros de viaje a un fotógrafo cínico y alcohólico que da rienda suelta a sus prejuicios (cholea a diestra y siniestra), y el peso agobiante de sus recuerdos (la temprana muerte de su hijo significa también el anunciado fin de su precario matrimonio). En el lugar, entre otras personas, se relacionará con una lugareña y con una de las antropólogas enviadas por la CVR. Es a raíz de una insulsa nota fruto de su visionamiento de las largas jornadas televisivas donde las víctimas de la violencia política brindaban sus testimonios, que la revista, periódico lo ha eligido (el morbo cobra). La zona ha sido una de las más castigadas por la violencia terrorista y militar. Ha padecido el fuego y la saña de ambos frentes. Las fosas clandestinas complementan el paisaje (son infaltables los perros desenterradores de cadáveres, los canes famélicos que pasean su miserable existencia y justifican el título de la novela, el nombre del pueblo ficcionalizado). En conjunto, la novela es conmovedora. Conmueve el drama personal del narrador-personaje, sus dudas con respecto a ciertos hechos del pasado. Atraen las pequeñas historias que ha dejado momentáneamente o para siempre (el amnésico, el pasado de su esposa). Irrita por efectista todo lo que ocurre y se cuenta en el poblado serrano: más de lo mismo.

A continuación, un
texto polémico. Su autor, Oswaldo Reynoso (en más de una ocasión lo escuché arremeter contra la prosa de Bayly tildándola de literatura basura).

Cómo cocinar una novela con premio

Frente a los requerimientos de jóvenes escritores de cómo se escribe una novela ganadora de un premio, el escritor Oswaldo Reynoso ha escrito el A, B, C de un útil procedimiento.

1.- Aprenda de memoria las modernas técnicas aprobadas por los jurados de los premios convocados por las transnacionales del libro.
2.- Lea en volandas un resumen del Informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación.
3.- Escoja el testimonio más crudo de los años de la guerra popular.
4.- Haga un sondeo sobre las preferencias de los lectores encadenados al mercado de consumo de novelistas de pasajera diversión.
5.- De acuerdo a los resultados del sondeo, usted puede escoger novelas de carácter policial, romanticonas, de autoayuda, de aventuras, etc., etc., etc.
6.- Lea las páginas culturales de los periódicos y revistas para informarse de las convocatorias a concursos.
7.- Tase con cuidado el monto del premio, la promoción, las giras por ferias, y la posibilidad de que su novela sea llevada al cine.
Elija la mejor olla e inicie la cocción de la novela. Cuanto más rápido sea la cocción mejor, y deje de concurrir a discotecas, bares, a hostales de toda opción sexual y social, su novela ya estará lista para enviarla a un concurso. Se recomienda entrar en contacto directo o indirecto con los miembros del jurado para asegurarse el premio.

DETALLE

Falta añadir solamente que la haga corregir con alguien que conozca el oficio y tenga paciencia. Cuando gane el premio todo habrá cambiado porque será un engreído de la crítica que alienta esa clase de libros.
...

Ja! Pienso en Roncagliolo (Abril rojo), Alonso Cueto (La hora azul), en Thays, y me digo, pero ¡¡¡qué canalla resultaste, Oswaldito!!!

Para terminar, les deseo un feliz año 2009 lleno de interesantes lecturas, paz y prosperidad.

Su amigo en libros,
R.

8 comentarios:

Jimmy dijo...

Al igual que tú iba decir que Roncagliolo y Cueto parecen dos seguidores a rajatabla de la receta, de Thays desconozco mayormente. Feliz año igual.

mario skan dijo...

R:somos varios los que envidiamos su colección de libros. A mi me gustaría adentrarme, un tantito aunque sea, en la obra de Vila-matas pero sus libros son caros, tengo otros libros y no tengo amigos que lo lean para pedirle los libros, como le dije a Humanoide respecto de Bolaño, con la diferencia de que casi todos los libros del chileno están colgadas en la web, en cambio del señor Vila-Matas, sólo hay dos.

Buena crónica del amante de los libros, perseguidor acérrimo, coleccionista, divulgador y defensor.

Me dejaste picando una con lo de Caicedo, era muy pibe para acabar así, pero quién no tuvo un acceso de me voy de este mundo? cuando pibe, con la diferencias , obvias, de profundidad y persistencia.

Tengo en casa, oculto, un libro de Bayle que conseguí, para traducirlo al idioma universal, por casi un dolar, lo hallé en un supermarket de esos que de lejos parecen la cúpula de una gran nave madre que viene del Frolik32. Editado en planeta, con faja de haber recibido una mención, y de repente un ángel, ese es el título. No sé por qué tiene mala fama, es ta grave su etiqueta que apenas da para abrirlo pero si para comprarlo a precio irrisorio o regalarlo a un amigo demasiado intelectual sólo para verle el rostro al momento de romper el papel.

Bueno, R: que pase una noche vieja de perlas y leas, leas, leas...

Skan

Bárbara dijo...

Hola, a mi también me llamó la atención Caicedo aunque no lo he leído, salió una nota hace unos meses en ocasión de la edición de uno de sus libros y recuerdo su nombre y lo que cuentan por eso. Te la pego debajo: http://www.clarin.com/diario/2008/08/25/sociedad/s-01745446.htm

Geniales los párrafos que dejás de Bolaño.
Un abrazo y felíz 2009 y felices lecturas.

Sandra Strikovsky (Strika) dijo...

Feliz añ0 2009, y que tengas muy buenas lecturas para que sigas recomendándonoslas en tu blog. ¡Y que yo tenga tiempo para leerlas! ;)
Un abrazo

Leox dijo...

De Caicedo , Fuguet dijo que el escribió el libro para demostrar que un adolescente rockers sudamericano , podía ser un escritor universal.
Muy buen articulo. Hiciste una paseo por las librerías peruanas la literatura Sudamericana y española. Sí a esto le súmanos los suicidios ejemplares nos da un muy buen articulo.
Mis preferidos de Vila Matas son .
Baterbly y compañia
el viaje vertical.
Exploradores del abismo.
Saludos

Yvonne dijo...

Yo no leo, demasiado marcianezco esto para mí jajajaja.

Así que prefieres a la tía wantán que a mí? jajajajaja, competirás contra Mini-Mini, mira esos rivales que te tocan.

Feliz año, recién recupero la razón.

Anónimo dijo...

Cuando leí que Thays había quedado finalista en un concurso, fui a una librería de San Miguel y pregunté al vendedor, si ya tenía la novela.
El tipo me miró con una cara de incredulidad e incluso pensó que bromeaba cuando le mencioné el nombre del libro que buscaba.
Es posible que hoy compré el libro en Quilca. Me dan unas ganas de luego ir a la librería y buscar al pata y decirle: "Este es el libro, fucking asshol. Que tengas un buen día.".

Asae Nunt dijo...

Y bueno, ¿me los vas a prestar o no? ¿Porqué tan lejano amigo?, la otra vez Asterión me preguntaba por tí :-) y caí en la cuenta de que hace tieeempo que no me prest... no te veo! :-P

Feliz 2009 XD

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