Feriales 2 (*)

Mis últimas visitas a las ferias de libros capitalinas, no distan mucho las unas de las otras. El martes culminó la mini Feria del libro Ricardo Palma en su vigésimo novena edición. Como siempre, las actividades culturales (conversatorios, presentaciones de libros, homenajes, etc.) son para mí el mayor atractivo de esta clase de acontecimientos ya que en su mayoría, los libros ofrecidos y ofertados se pueden encontrar en cualquier librería. Resumiendo, creo que fueron de sumo interés la visita de César Aira con motivo de la reedición de uno de sus libros en una editorial nacional, la presentación del libro de entrevistas de César Hildebrandt (otra reedición) que fue el más vendido, el homenaje a Vargas Llosa y, pese a la ausencia de Fuguet, la presentación de Mi cuerpo es una celda, la autobiografía de Andrés Caicedo. A pesar de los contras ya expuestos en un post antiguo, decidí darme una escapada para efectuar mi única visita con el objetivo de adquirir unos pocos libros. El día y la hora fijados: el viernes pasado, a media tarde. Las armas elegidas: una billetera con escaso efectivo, celular y cámara.

Creo que la hora elegida para mi visita hizo que vea el ambiente ferial raleado (incluido el anfiteatro): los dependientes medio adormilados, la concurrencia escasa. Nadie me ofreció ninguna beca o semibeca de lectura veloz, ni libro de autoayuda, ni ningún método para aprender el chino mandalín (sic) o suscripción. En la FIL, estas presencias afantasmadas pululan a sus anchas y uno tiene que esquivarlos o simplemente huir de estos mastines entrenados para cazar tu atención y datos personales. Más o menos ya sabía qué stands visitar y cuáles evitar; especialmente aquel donde un sempiterno vendedor ofrece el best-seller del año, y ese otro donde no saben ni lo que tienen en sus narices y confunden el sexo de los escritores, pero igual, por joder pregunté algo, y una damisela sacó del apuro al vendedor, y me cerró la boca, aunque más bien debo decir que me dejó desmandibulado.

Indefectiblemente posé la mirada y la cámara en el llamado libro más grande del mundo, instalado en un lugar estratégicamente inubicable (sólo faltaba eso, no sólo el cebiche más grande y otros platillos “de bandera”, sino ahora el libro más grande, en un país que dicen no lee. En fin). Inubicable porque en mi recorrido normal, guiado por mi instinto, no me lo atravesé, sino recién cuando reingresaba por uno de los accesos ocultos, luego de mi visita a una librería cercana (¡!).

Siempre en busca de la mejor oferta, luego de pasar por mis caseritos de Quilca aposentados en la feria, fui a contrastar los precios que me dieron con los de la gente de Santillana. No fue difícil la elección: ganó el 30% de descuento de los primeros contra el 20% estandarizado de los segundos. Los primeros dos libros comprados, ambos de autores nacionales (este año he leído muy poca literatura local). En el stand de Océano vi la novela de Auster a un precio excesivo. Con la rebaja salía a 80 soles (casi 27 dolores). Lo iba a pensar. Mientras tanto el último libro de Iván Thays y uno antiguo de Vila-Matas se agregaron a mi bolsa de compras. En el stand de la editorial Norma me encandilaron varios libros del colombiano Andrés Caicedo. Finalmente me animé por su autobiografía (y como tarea para el próximo año, el firme propósito de leer sus ficciones disponibles) en desmedro de la novela de Auster que podía esperar, decisión que me daba la posibilidad de elegir otro libro. Mi última adquisición no la encontré en la feria. Me mandaron a una de las librerías ubicadas a pocos metros del recinto ferial.
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Esto compré: Un lugar llamado Oreja de Perro de Iván Thays (una de las novelas finalistas del Herralde de este año). Historia abreviada de la literatura portátil de Enrique Vila-Matas. Diario de Santa María, la tercera novela del jaujino Edgardo Rivera Martínez, escritor de prosa cuidada, situado a años luz de los escandaletes entre quienes se hacen llamar andinos o criollos. Entre el cielo y el abismo de Lorenzo Helguero (ganador del concurso de Novela Corta 2008 "Julio Ramón Ribeyro" que organiza el BCR). Andrés Caicedo, Mi cuerpo es una celda. Una autobiografía. Alberto Fuguet, Dirección y montaje y El profesor del deseo de Philip Roth, éste último adquirido en la librería Íbero ubicada en las inmediaciones.


Supuestamente fui a la feria no sólo para comprar libros sino también para tomar algunas fotos y dejar constancia de mi visita. Como fui solo (vaya que tiene sus ventajas prescindir de compañía, mas no será éste el medio para enumerarlas), lamentablemente la paranoia impidió que aprovechara mis manos libres para disparar a diestra y siniestra antes de embarcarme en mis compras. Paranoia porque en mis últimas incursiones a este tipo de ferias, siempre me he topado con una cámara de video, fotográfica o un micrófono encuestador invasores. Inclusive algunos amigos me han contado que vieron mi inconfundible estampa, je, por la TV (ahora in/felizmente no existe ningún programa televisivo dedicado a la literatura). Y lo que era peor, constaté lo dicho alguna vez, y hace un año me vi de perfil en la foto que un diario acompañó para reportear la feria. Así que cualquier precaución era poca. Un ojo para los libros y el otro en perenne estado de alerta.

Recién cuando reparé en el libraco denominado el más grande del mundo, me acordé de mi cámara, y yo que estaba de salida. Tomé en una mano las bolsas con mis libros y con la otra disparé algo incómodo. Metros después, seguí disparando, pero con la incomodidad ahora reflejada en el rostro y gestos de los transeúntes. Luego reparé en que la paranoia era generalizada. Tal vez a ojos de terceros, yo podía pasar como un “marca” (bien vestido, eso sí, o sea de incógnito, pero no lo suficientemente camuflado para un noico) que estaba captando, marcando a sus futuras víctimas. Chispas, mejor me guardaba la camarita al bolsillo y le sonreía a todas las cámaras de seguridad invisibles aposentadas en el parque.

¿Pero qué vi cuando repasaba las pocas (3) fotos tomadas en el interior de la feria? (adjunto algunas captadas en los exteriores o desde un punto distante) ¡La damisela por partida doble! Sí, la que me cerró el pico. La que evitó que yo siguiera tonteando al dependiente despistado. Así pues, en estos espacios dedicados a los libros uno puede encontrarse no solo con todo tipo de mercachifles y abnegados promotores culturales, sino también con alguna presencia etérea, salida tal vez de algún libro de ficción, paseando su gracilidad, callando a los faltosos, hojeando despreocupadamente las páginas de otros reinos. Y quien ose desmentir al testigo de esta epifanía, es porque o no tiene dentro de sus lecturas favoritas libros de ficción o no ha visto las fotos. O quizá ambas razones. Nos los culpo, los compadezco. Hasta la próxima cacería.

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(*) Feriales 1 lo pueden encontrar aquí

5 comentarios:

mario skan dijo...

Hola: como siempre tus libros recién adquiridos son envidiables, no me creerías si te digo que todavía no leí nada completo de Vila-Matas, comencé con la asesina iustrada y la dejé, obviamente la leía de la pantalla, después por esa historia que tiene el nombre de un cuento de Melville, Baterbly o cómo se escriba, que es una especie de ensayo.
Leí por ahí que su diario está bueno, lo leíste?
De nuestro amigo Roth dejé en El lamento de Portnoy pero el año entrante le entro de nuevo.
No dejes de contarme que te parece el libro del autor del blog moleskine.

En las ferias hallas los libros más baratos que en las librerías comunes o te arrancan la cabeza igual? Este año conseguí unos libros baratos en una feria, pero a mi me parece que fue suerte.

saludos

R. dijo...

Hola Mariano!

Me debo el Dietario voluble de Vila-Matas. Me armaré de paciencia y esperaré cuando lo editen en Compactos.

De Roth creo que no tienen pierde, además de Pastoral Americana: La mancha humana, La conjura contra América, El teatro de Sabbath, Elegía y Patrimonio (que es autobiográfica).

Tengo planeado dedicarle un post a mis lecturas de este año que han ganaron algún precio o quedaron finalistas. El domingo debo estar empezando a leer la novela de Thays.

Y bueno, en esta época del año, tal como lo cuento en lo que titulo feriales 1, las grandes editoriales rebajan muchos de sus libros que estuvieron de moda y simplemente no venden. Yo opto por soslayarlos olímpicamente. Y bueno, hay que tener suerte para encontrar la mejor oferta, y yo casi siempre la consigo donde mis caseros de Quilca (ya me explayaré al respecto) que se pasean por todas las ferias.

Saludos,
R.

Sandra Strikovsky (Strika) dijo...

Según yo, sale más caro comprar en ferias que en librerías. Quizá conviene los últimos días de la feria cuando empiezan a rematar, pero tengo mis dudas...

Estimado R., ¡veo que tú tampoco pusiste ninguna foto tuya de tu paso por la Feria!

:D

Yvonne dijo...

No entiendo nada, parece una charla de 3 tías en Quilca xd, es que soy muy inculta (A)

R. dijo...

Strika, sucede que no soy fotogénico.. :/

Oh, Yvonne, me halagas con tu visita. Acá no se te censurarán ninguna de tus "humoradas". :D

Gracias a todos por comentar ;)
R.