La ofensa (Seix Barral, 2007) relata la vida del sastre Kurt Crüwell a partir del estallido de la Segunda Guerra Mundial, un suceso que cambiará el destino millones de personas de uno y otro bando. Kurt es alemán y por consiguiente tiene que hacerse presente al llamamiento a filas. Como están las cosas, incluso podría considerarse afortunado: no correrá la misma suerte que su amada de origen judío, pero de esto, ni de lo que vivirá y revivirá tiempo después, tendrá cómo saberlo.
En cambio, pronto sabrá de primera mano acerca de los espantos de la guerra por un hecho concreto: le toca ser testigo de una carnicería humana (acaecida en la localidad francesa de Mieux) cuya visión lo afectará gravemente (cae víctima de una enfermedad extraña) ya que no existe entrenamiento en el horror capaz de borrar esas imágenes con las que, quiera o no, convivirá el resto de su existencia (hasta ese momento era alguien que sobrellevaba la guerra como si fuera un espectador muy interesado).
Son menos de 150 páginas, divididas en tres partes de capítulos breves, las que el autor de La ofensa emplea para enganchar al lector y no dejar que suelte el libro gracias al interés que cobra la figura de Kurt (es sastre, soldado, paciente, vigilante de un cementerio) a lo largo del libro y a través de diversos escenarios (la Bretaña francesa, el hospital Notre Dame Rocamadour, Londres) en distintas etapas de la guerra (lo que se nos va informando escuetamente hasta su consabido final). No menos interés concitan dos personajes secundarios que se relacionan con él, no sólo porque contribuirán con su aparente recuperación sino porque le proveerán otra identidad y una razón incontestable para seguir viviendo (el balsámico amor, una segunda oportunidad), si vida se puede llamar a su estado humano posterior a la masacre atestiguada.
La prosa de Menéndez Salmón es elegante, los adjetivos bien bruñidos, las frases elaboradas no representaban ningún lastre en su lectura. No es un dato menor que este escritor sea licenciado en Filosofía. Pese a las constantes reflexiones y a los datos que va soltando el narrador omnisciente, la narración es fluida. El final es completamente inesperado, su verosimilitud es incuestionable, más aún si se trata de una novela que invita a cuestionarnos sobre el destino humano, la identidad, la culpa y especialmente sobre la memoria; y es que cuando se menciona a la memoria, también nos estamos refiriendo al olvido. Duele olvidar; pero quizá duela más recordar. Una novela con todos estos ingredientes, y que no se queda en el plano del mero entretenimiento, merece ser leída, recomendada y recordada.
La memoria no es un instrumento del hombre, un siervo amable, un eficiente valet; más bien parece que el hombre fuera un lacayo de su memoria. Porque el hombre languidece, se distrae, se corrompe, pero su memoria permanece firme, a pie de obra, insobornable; de manera que mientras el hombre tropieza, o se enfría, o pierde sus dientes, o levanta murallas o se disfraza, o devora a sus semejantes, ella permanece alerta, chupándolo todo, guardándolo todo, clasificándolo todo: cavando, cavando, cavando.
7 comentarios:
Vale, Menéndez S. escala puestos de nuevo en mi lista.
Es muy interesante lo que dice de la memoria, yo también creo que somos esclavos de nuestra memoria, pero a su vez modificamos nuestros recuerdos, de forma inconsciente, porque lo que recordamos y lo que realmente sucedio, no siempre es lo mismo...
Loque, me alegro de que Menéndez Salmón escale puestos en tu lista. (¡Ni que fuera su agente editorial!) Es cierto lo que dices sobre la memoria y como los recuerdos "alteran" la realidad, Precisamente ahí está la virtud y el defecto de las fuentes orales para la historia -la carga subjetiva que conllevan. Lo siento, me sale la vena profesional.
R, deduzco que leíste mi entrada sobre El Lector, donde menciono precisamente La Ofensa. Respecto al lenguaje de Menéndez Salmón, ya confesé que me enamoraron sus adjetivos (Bueno y luego, en persona, su voz).
A ver si Maribel se anima a decirnos que le pareció a ella La Ofensa y yo puedo preparar una entrada sobre Derrumbe.
Loquemeahorro: Y la memoria selectiva, y la famosa frase "todo tiempo pasado fue mejor", y que el paso del tiempo embellece los recuerdos, no hacen más que corroborar lo que dices.
Lammermoor: Así es. Tu entrada sobre El lector fue uno de las primeras que leí en tu blog.
Yo también estoy esperando las impresiones de Maribel sobre esta novela.
En cuanto a tu futura reseña sobre Derrumbe, ¿nos juras otra vez que no eres su agente? :P
R.
Comentario de urgencia, estos días no llego a más, por delante pido disculpas! (Y me lo llevo también al post de Lammermoor, que es la anfitriona de este encuentro.)
Tengo que decir que he leído a Menendez salmón como a un viejo conocido, entras inmediatamente en su forma de narrar.
( Antes de pasar la página 29 ya intuía que la comparación era El Bosco.)
Es una novela muy corta con un atrezo muy bien elaborado; La alusión al arte, cuadros, pintores, músicos, etc. ofrece el marco de sensibilidad sobre el que el que la guerra es un borrón si cabe más infame.
La nostalgia de las pequeñas cosas, el refugio en el trabajo bien hecho..., este libro me lleva de la mano a Un hombre en busca de sentido de Viktor Frankl
Estoy de acuerdo en el uso de los adjetivos, me parece efectista, muy visual.
Tu cita sobre la memoria es perfecta!
El hombre convive con su cuerpo, pero no lo conoce. (...) Y seguramente también eso es lo que permite a un ser humano conservar su nombre, su dignidad, aquello que más íntimamente posee, cuando su cuerpo, en la enfermedad, la mutilación o la vejez, ya no le pertenece.
Hay dos palabras que resumen para mi, este libro: sensibilidad y dignidad.
Desde luego leeré la trilogía y estaré atenta a los post de Lamermoor, espero estar en mejor disposición que hoy y aportar algo ;-(
Un abrazo ;-)
Gracias, Maribel, por darte un tiempo y darnos tus apreciaciones sobre esta novela. Veo que no sólo tú tienes la intención de leer los otros libros que conforman la trilogía sobre el mal de Menéndez Salmón.
R.
...hasta la más pedestre filosofía enseña que la vida se parece más a un cuadro de El Bosco que a un bucólico desayuno sobre la hierba.
R: es la primera vez que oigo del autor así que cuando vea algo de él lo tendré en cuenta. La reseña que escribes la invita a leer, además si es una novela breve, un doble de aliento.
El párrafo que colocas está muy acertado: la memoria
saludos
Mario: Acá definitivamente no hay cómo poder seguir leyéndolo. Espero que por allá no sea igual.
Saludos,
R.
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