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Desde un décimo piso, la entrañable Na le ha dedicado un post a R y la proximidad de su cumpleaños número 30. En otras circunstancias, recordarle a R que pronto será un “alguien” de las tres décadas equivaldría a la ofensa de decirle un “cualquiera” de la tercera edad.
R de buena gana seguiría los consejos de Na y estaría presto a recibir en noviembre a dos adolescentes quinceañeros o a tres prepúberes latosos, pero cree que los ojos de estos cinco desmembrados seres tendrán sus fatigados ojos, la malicia preotoñal, la gravedad de un guiño insolente.
En un ejercicio de la memoria, R recuerda que sus 15 fueron jodidamente divertidos, obscenamente felices. Que lo encare una doble felicidad pasada, así, de sopetón, sin los dilemas existenciales propios de esa edad, le resultaría intolerable moralmente, más aún cuando siempre habrá chicos y chicas a los que el mundo les hiere por todas partes, mientras a él ni cosquillas le hizo.
Su primera decena de años se revela brumosa, casi mítica, y por tanto cercana a las deliciosas elucubraciones de Na.
Pero ni los recuerdos ni los ojos de R han sido sepia alguna vez, ni siquiera en las fotos de su niñez: siempre tendrán el barniz protector de la a veces útil experiencia.
Y como el futuro tampoco le angustia, R quiere decirle a Na que cuando se es personaje se ostenta la edad inalterable que se tuvo en la última página -o en la que más nos conmoviese- que nos nombró: la última mención antes que, por ejemplo, Santiago Nassar expirara, o el momento clave en que Cayetano Delaura quedara prendado de Sierva María, equivale a los años-vida que siempre tendrán estos entes imaginados y no por ello menos reales.
(Como si de un juego metaliterario se tratase, el personaje R ha mencionado dos personajes de la novelística garcimarquezana porque sabe que al personaje Na le fascinan.)
Así pues, por más que volvamos a releer innumerables veces a Bryce o Vasconcelos, ni Julius ni Zezé adoptarán edad adulta en nuestra sabiamente enriquecida y fértil imaginación dentro de las páginas que los cobijan.
¿Qué le propone R a Na? No es fácil, o quizá sí: Quiere que Na lo recuerde con la edad invariable de cuando lo vio aquella vez (la primera y hasta ahora única página escrita que los hizo coincidir en una trama en común), hace casi dos años, en alguna hoja de algún librito de carillas apenas legibles que consignaba el nombre de este personaje (un tal R) y como edad los veintiocho.
Datos que jamás desmentirá la brújula del tiempo (o cronobrújula), aparatito que conoce de tiempos y espacios, como los que se conjugaron y garabatearon en la céntrica ciudad, un imborrable anochecer decembrino del 2005; que aún se está escribiendo, descrifrando.
5 comentarios:
mmmfff, y después dices que no te afecta lo de la base 3. Jueliz cumpletreinta mi estimado! (por adelantado)
ummm tus letras me huelen a Bolaño, claro, mezcladas con cierta melancolía... Bienvenidos treinta
Jaaa, que te caiga la crítica. Oye, R, en la esquina de 6 de agosto venden unas empanadas de jamón de pavo, buenazas. Puedes ver la tienda desde el décimo piso del MINAG, pero no desde el Ministerio de trabajo; ya lo comprobé. XD
El Ptolo se ha ido y yo me siento como pollito deshuesado. Salí a buscarlo por el techo y me ocasioné un trauma muscular. Ahora estoy triste y lisiada, pero siempre consigo asiento en el micro.
...y quiero mi cronobrújula y un pecesito de oro de los que hacía el capitán!
No creo que sea drama o quizás lo que digo es una justificación a mis cercanos treinta y dos. Pero como dice la ranchera que no me acuerdo bien: Que no hay que llegar primero, Pero hay que saber llegar………….así que imagino es cuestión de manejarlo. Invitas las celebraciones?
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