Se supone que por estas fechas alguien como yo ya debería haber leído todos los ejemplares que compró antes de celebrarse el día del libro y, salvo excusa justificable, no haber comprado más hasta terminarlos. Imposible prometerse algo semejante. La tentación es demasiado fuerte. Uno sabe, intuye más o menos el título que quiere leer después de la lectura en curso, quizá también el próximo, no más. Nuevas adquisiciones suelen imponerse en nuestro hipotético plan lector hecho sólo de libros disponibles en nuestra biblioteca o los que se apilan en la acogedora mesita de noche. Proliferan las recomendaciones, las reseñas atractivas, las “novedades novedosas” de nuestros escritores favoritos, así que uno tiene que contener sus ganas de asaltar la primera librería que le quede de camino o repetirse en tono admonitorio que no sólo de libros vive el hombre, a la vez que, hablo por mí, le doy una ojeada a mi desfallecida billetera, a mis menguados ahorros. Mientras tanto, el plan infinito no deja de hacerse infinito...

Desde aquel lejano post de abril donde les contaba mi periplo libresco, he ido hasta en cuatro oportunidades a diversos lugares a la caza de libros (sí, esto con el correr de los años, y debido a mi ubicación en el mapa, cobra visos de cacería), y déjenme decirles que me fue bien; es más, varios de esos libros ya los disfruté porque se impusieron a los que tenía en mi haber. Así que, antes de hacer mi recuento de lectura de medio año (esperar hasta fines de diciembre puede resultar contraproducente para más de un lector amigo de la casa), les contaré los frutos de esas andanzas que tienen como escenarios el retorno a la Feria del Libro de Lima Norte, la visita a una librería en inmejorable compañía, y dos visitas en un solo viaje a los libreros de Amazonas y Quilca, la última también en agradable compañía.

Cuando me enteré que el nuevo libro póstumo de Roberto Bolaño ya había llegado a Lima, decidí acudir nuevamente a la pequeña feria instalada en el cono norte de la capital, que iba por sus últimos días, con el fin de acercarme donde el stand de mi casera del Jirón Quilca para solicitarle me consiga y separe El Tercer Reich, novela que en un rápido recorrido no hallé por el recinto ferial. Hecho el pedido, fue ineludible “ver” libros y, a pesar de estar corto de fondos, salí con dos que estaban en oferta:

1. Queda la noche, de Soledad Puértolas (Premio Planeta 1989). Uno más de la colección de Premios Planeta que sacó un diario local. Hasta ahora no leo los otros dos que conseguí y mostré.

2. El búfalo de la noche (Belacqva, 2006), de Guillermo Arriaga. El mexicano es el guionista de Amores perros, 21 gramos y Babel. Llevaba un buen tiempo interesado por esta novela de prohibitivo precio. Un día cayó en mis manos su versión cinematográfica (entre otros actúan Camila Sodi y Diego Luna) y la verdad es que no entendía lo que estaba viendo, además que por esas fechas llegaba a mi casa al filo de la medianoche bastante cansado. Recuerdo escenas sexuales explícitas y poco más. No llegué a ver la película completa. En alguna parte estará el DVD. El libro no está mal.

Semanas después, luego de acompañar a mi querida amiga K a comprar su cámara digital, fuimos a Crisol de San Isidro por mi ansiada novela póstuma del chileno y de paso una más se sumó a la lista.

3. El Tercer Reich (Anagrama, 2010), de Roberto Bolaño. ¿Qué más puedo añadir?

4. Saber perder (Compactos Anagrama, 2009), de David Trueba. Me gustaría explayarme acerca de este autor cuando lea su novela anterior, también publicada en Anagrama.

Una impensada visita relámpago a los libreros de Amazonas (ya les conté que allí compré los libros que hasta ahora tengo de Eduardo Mendoza) me llevó a descubrir un suprarrealista stand que vendía libros nuevos, sellados, de la editorial Planeta (de diversas colecciones de esa casa editora, varios  de ellos desconocidos best-sellers para mí), a la más que módica suma de 10 soles. Ver un libro de Muñoz Molina y otro de Philip Roth (ambos en Seix Barral) a ese precio me dejó con el alma por el suelo. El resto de autores y títulos me sonaban a chino, salvo una novelita de Fernando Savater y una novela ucrónica de Philip K. Dick. Prometí volver por el libro del norteamericano si, hechas las averiguaciones, valía la pena. De todos modos me llevé:

5. Lo que le falta al tiempo (Planeta, 2007), de Ángela Becerra. Decidí darle una segunda oportunidad a esta escritora ya que el año pasado leí Ella, que todo lo tuvo, novela con que ganó el Premio Iberoamericana de narrativa Planeta-Casamérica 2009. Valió la pena este segundo acercamiento.

Más tarde me dirigí a Quilca, con el fin de hacer un par de pedidos a una de mis caseras, mas aproveché para hacerme de una recomendación:

6. El Sabueso de los Baskerville (Grupo Editorial Tomo, 2004), de Arthur Conan Doyle. El recuerdo de la entrada de Lammermoor me animó.

Este sábado último tocaba ir nuevamente a Amazonas en compañía de un nuevo amigo lector, y de paso a Quilca (tenía intención de hacer fotos de este circuito libresco), en pos de las novelas de Dick (la relectura de un artículo de Bolaño terminó por decidirme) y Khaled Hosseini (para Bibliolandia). Además, podía permitirme elegir entre el último libro de Coetzee o el de Arturo Pérez-Reverte. Finalmente, entre ejemplares nuevos y de segunda compré:

7. La verdad sobre el caso Savolta (Seix Barral Biblioteca de Bolsillo, 1991), de Eduardo Mendoza. Rescaté este libro de una mesa de remate. Está en buenas condiciones. Ya tiene turno de lectura. En sus páginas interiores encontré un ¿ticket?

8. Matar un ruiseñor (Editorial La Oveja Negra, 1985), de Harper Lee. Un libro más en mi poder de esta singular y mítica colección colombiana. A que no adivinan de quién tomé la recomendación.

9, The mexican (Punto de Lectura, 2001), novela de Robert Westbrook basada en el guión de J.H. Verbinski. Como hasta ahora no he visto la película, me interesé por el libro.

10. Un dos por uno en Club Bruguera: De tu tierra (1942) y El camarada (1947), de Cesare Pavese.

11. El hombre en el castillo (Minotauro, 2002), de Philip K. Dick. Ahora sí tengo las mejores referencias sobre esta, a decir de los entendidos, obra maestra del subgénero de la ciencia ficción denominado ucronía.

12. Mil soles espléndidos (Salamandra, 2008), de Khaled Hosseini. Leyendo en la actualidad.

Con unas cuantas fotos simbólicas, y bastante apremiados, nos dirigimos a Quilca para hacer mi última compra de la jornada. Sigo debiéndome los testimonios fotográficos y el post dedicados a mis caseros del Boulevard de la Cultura:

13. El asedio (Alfaguara, 2010), de Arturo Pérez-Reverte. Mi libro número 21 del español y próxima lectura.

Y ahora, ¿alguien puede desentrañar el misterio que para mí representa este papelito?


;;